Así, tuvo que prohibirse la instalación en el Mercado Grande de tiendas arrimadas a los muros y los entrecubos de la cerca, igual que tampoco se permitirá ocupar la calle que había entre la calle Albardería (San Segundo) y la cerca, ni hacer colgadizos, edificios o paredes en el lugar que solía ser barbacana o calle pasadera entres las casas e la cerca. En otra ocasión, en 1559, el Concejo prohibió algunos vecinos que vivían bajo los soportales del Mercado Grande alquilasen éstos a los comerciantes, porque el hueco y el suelo de los portales es propio de la ciudad y común servidumbre de ella.
El callejero de la ciudad amurallada no ha sido lugar adecuado para el trasiego de carros y caballerías, como tampoco hoy día parece idóneo para el tráfico. Por eso, el Consistorio ordenó el 15 de julio de 1591 que los carros y carretas debían parar en la plaza del Mercado Grande, entre otros lugares, y desde aquí efectuar los portes necesarios al interior de la ciudad:
Conviene remediar que las carretas que vienen a esta ciudad en mucha cantidad estorvan al pasar en las calles públicas della… por lo que ningún vezino ni forastero sea osado a meter por las dichas calles principales carretas…, sin no que todas las vezes que vinieren los dichos carros paren con las plazas de las puertas de la ciudad antes de entrar en la dicha ciudad, de allí puedan, con una o dos carretas, a lo más, entrar lo que así trujeren y descargarlo.
Mayoral, citando la documentación municipal del siglo XVI, describió en 1927, de una forma bastante ilustrativa, el escenario que ofrecía la plaza del Mercado Grande en un día de mercado, imagen que había perdurado durante siglos: “A un lado, las tiendas portátiles de plateros, sastres, lenceros, ropavejeros, jubeteros, calceteros, latoneros, curtidores, silleros, caldereros, agujeteros, bolseros. A otro, las arquetas con collaradas, sortijas, alfileres, cuchillos, tijeras. Estaban en otro, los puestos de frutas, vasijas, pan, trigo, cebada y hortalizas; y en otro se hallaban las mesas de carne, las de los cereros, rematadas por un soporte del que pendían las velas, y que se situaron por acuerdo de junio de 1548; y los herradores. Las traperas se concertaban para situarse, hasta que en julio de 1535 acordó el municipio que salieran todas al Mercado Grande. En el mismo mes del año 1525 acordó también obligar a las panaderas a vender en el Mercado Chico y en el Mercado Grande el pan, que, por andar escaso, lo expendían en sus casas, no pudiendo proveerse bien las clases menesterosas. Tan escaso que apenas venían las mingorrianas, las mujeres del inmediato pueblo de Mingorría, principales abastecedoras del mercado de Ávila, al que daban una nota característica”.
Los días de mercado también eran buenos para pedir limosna, y en ello se afanaban las cuadrillas de San Juan y San Pedro de la Cofradía de la Veracruz, pues con esta recaudación debía atender a los pobres de la cárcel según la encomienda hecha por las ordenanzas de 1551.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Plaza del Mercado Grande. Vendedores en el atrio de San Pedro, Conde de la Ventosa, 1915)