En la primera se presentan toda clase de géneros de comercio, así como también infinidad de ganados de todas clases, pero especialmente caballar y mular, y esta parte puede decirse, que solamente se efectúa en los tres primeros días, de los que dura la feria. La de objetos de comercio tiene lugar en la Plaza del Alcázar o del Mercado Grande para las tiendas de quincalla, loza, juguetes, cristalería, zapatos, lencería y encajes, guarnicioneros, etc. en el centro de dicha plaza, donde el Ayuntamiento construye (por contrata) unos cajones o casetas de madera, para comodidad de los vendedores; en sus inmediaciones se colocan los caldereros, beloneros y confiteros: en las tiendas de los soportales de la misma.
Coincidiendo con la celebración de la feria de septiembre, la Cámara de Comercio, en colaboración con la Diputación, el Ayuntamiento y la Cámara de la Propiedad, organizó en 1931 un programa de festejos “dignos de atraer un contingente de forasteros y proporcionar esparcimiento a la colonia veraniega y al vecindario”. Entre los actos festivos programados en el Mercado Grande cabe reseñar un concierto de la Banda Municipal, una tómbola benéfica, pro obreros, para la que se donarán preciosas muñecas confeccionas por distinguidas señoritas, varias sesiones de cine sonoro con películas “notables” y otras cómicas de dibujos sonoros, y fuegos artificiales desde el torreón del Alcázar y concierto en los intermedios. El programa incluía también corridas de toros, charlotada taurina, música de dulzaina, funciones de teatro, concursos de trajes regionales carreras de bicicletas y partidos de futbol. Finalmente, se destaca que con motivo de las fiestas se distribuirán limosnas a los pobres.
En los días de feria se abarrotan las calles de Ávila, sus cafés, posadas y tabernas, de gentes pintorescas, como chalanes, gitanos, ricos ganaderos y familias pueblerinas, escribió en 1935 Antonio Veredas. En la misma línea, Luis Belmonte recoge en su guía de la ciudad el ambiente ferial que se respira veinte años después: “Tanto las ferias como los mercados, constituyen verdaderos museos de interesantes cuadros costumbristas y fuente de infinitos motivos populares para plumas y pinceles. Principalmente en las ferias, las calles se pueblan de gentes heterogéneas, de pintorescos tipos que invaden los cafés, tabernas y posadas; de chalanes y gitanos, con cachavas al brazo; ricos ganaderos y hombres del pueblo, vestidos a la usanza del país”.
Siglos atrás, en 1536, el Concejo había acordado que la feria se celebrase doce días antes y doce días después del día de San Mateo. También desde antiguo, la feria se celebraba en la plaza del Mercado Grande, hasta que en 1503 el municipio la trasladó al Mercado Chico, lo que produjo la queja de varios mercaderes que acudieron a los Reyes Católicos obteniendo de estos una respuesta inicial favorable, a lo que se opusieron los regidores de los lugares y pueblos de la tierra de Ávila. Finalmente, los Reyes dispusieron que se celebrara alternativamente en el Mercado Grande y en el Mercado Chico.
La feria de Nuestra Señora de Septiembre fue declarada franca por el municipio tal y como se recoge en la ordenanza del día 2 de ese mes de 1526: Que la feria sea franca e libre para todos los forasteros que a ella vinieren a vender sus ganados e otras bestias e no paguen alcabala ni otro derecho. Iten que sean francas todas las mercadurías que están en las rentas del peso mayor o menor. Iten que sean francas las mercadurías que están en la venta de la sal, de las zapaterías, e brocateles e sayales. Iten las de la buhonería e joyería e ropa vieja e esparto e vidrio e ollería e cobreía e sillería e paños.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Plaza del Mercado Grande o de Santa Teresa. Tarjeta posta Roisin, 1925))