De esta forma ocurrió con Carlos V en 1534, Felipe II en 1541 y 1570, Felipe III en 1600, Isabel II en 1865 y 1866, Alfonso XII en 1875 y 1878, Alfonso XIII en 1904, y Juan Carlos I en 1978. Y lo mismo puede decirse de los actos organizados con motivo de las proclamaciones de los reyes Felipe V en 1701, Fernando VI en 1746, Carlos III en 1759, Fernando VII en 1808 por abdicación de Carlos IV, José Bonaparte en 1809 por orden del general francés Hugo, e Isabel II en 1833.
En tales ocasiones la ciudad se embellecía y adornaba especialmente con colgaduras y tapices, sonaba la música, había danzas, repique de campanas e incluso se corrían los toros, finalizando las ceremonias con el enarbolamiento del pendón real en el arco del puente de la muralla del Mercado Grande, y fuegos artificiales, para lo que se construía un palco a la salida del arco de la plaza.
Así, en 1534 visitó Ávila Carlos V, y vio las calles y plaças muy bien colgadas. Después, en entrando en la plaça de Mercado grande, disparó la artillería del Alcázar, y con tal motivo se celebraron fiestas de toros y cañas que fueron muy vistosas y alegres, con libreas muy ricas y luzidas, huuo muy buenas suertes de toros, y lançadas de caualleros, que lo sabían hazer, y no lo han olvidado sus decendeintes.
Felipe II entró a la ciudad por la puerta del Alcázar cuando era un niño en 1541, y entre las fiestas, que la ciudad tuuo, fueron salir trezientas moças aldeanas de los sexmos y tierra de Auila baylando, muy bien vestidas, a quien acompañauan sus galanes con muchas gaytas golosas, tamboriles, y panderos. Felipe II volvió a Ávila en 1570, y a su intervención directa se debe la reposición de los merlones de la puerta del Alcázar y otras obras en el mismo edificio militar, de ahí la inscripción que figura en la entrada: EL REY DON FELIPE II MANDO REEDIFICAR LA TORRE DE LA ESQUINA DE ESTA FORTALEZA Y ANSIMISMO LA CASA REAL DE ESTE ALCAZAR SIENDO CORREGIDOR HIERONIMO PIÑA DE ZUÑIGA AÑO 1596.
Los gastos que se ocasionaban en la celebración de tales acontecimientos solían contrastar con la miseria y carencias que se apreciaban en parte de la ciudad, motivo éste por el que apenas se celebraron exequias por la muerte de Carlos II en 1700, época en que el municipio, mermado de propios, no podía ni promover obras. No obstante, lo anterior, el Ayuntamiento no escatimó gastos para festejar la proclamación de Felipe V en 1701, disponiéndose entonces la confección de un estandarte bordado. Más aún, en los gastos del municipio reseñados en 1751, se recogen los ocasionados en las exechias por los Señores, Reynas y Príncipes, y asimismo los que se orijinan en las proclamaciones, levantamientos de estandarte de Señores Reyes.
Qué bien quiso captar Azorín el espíritu abulense cuando dijo “Ávila se considera por encima de los monarcas. Los monarcas salen de la vida regia por Ávila y no pueden entrar en la vida regia sin Ávila. Y este matiz de soberanía e independencia nos hace penetrar más adentro en el espíritu de la ciudad”, pues esta idea soberanista y de autoafirmación debía subyacer en las manifestaciones de apoyo a la corona, donde la ciudad quiere hacer muestra de poderío.
Pensando en las honras fúnebres que en Ávila se dispensaban a los reyes, Claudio Sánchez Albornoz rememora, a propósito de su propia muerte, el anuncio de tales sucesos que se hacía desde San Pedro: “recuerdo muy bien dos fúnebres anuncios reales desde la citada torre de San Pedro. Mi memoria, firme aún, no ha olvidado hoy los de las muertes de Isabel II, la reina castiza (1904), y de su primo Carlos, el pretendiente al trono por ella perdido en la septembrina revolución de 1868. Costeado el segundo anuncio por los carlistas abulenses, el monago de san Pedro dio a don Carlos tratamiento de Majestad y le calificó de rey de España (1910)”. Siguiendo con esta costumbre, continúa diciendo el historiador: “quiero que cuando llegue mi cadáver a la alta ciudad de mis abuelos, un monago, desde las torres de San Pedro, grite: ¡Por el alma de don Claudio Sánchez Albornoz, muerto en la Argentina adorando España!”.
Por lo anterior, resulta interesante señalar aquí las exequias del pueblo de Ávila a la muerte de Sánchez Albornoz, ocurrida el domingo 8 de julio de 1984. Con tal motivo la plaza del Mercado Grande fue el escenario donde pudo verse pasar el féretro hasta la catedral donde fue enterrado el que había sido historiador, político, diputado por Ávila, ministro y presidente de la República Española en el exilio.
(Jesús Mª Sanchidrián Gallego)
(Foto: Plaza del Mercado Grande. Tarjeta postal, h. 1955)