“Una noche deliciosa de verano. Una plaza. A un lado, las torres del Alcázar de Ávila, Enfrente, el óculo románico del templo de San Pedro. Soportales. La casa de Sagasta. Una columna y encima la imagen de Teresa de Cepeda. Unas acacias. Unos arcos voltaicos encendidos. Y la colmena humana que pasea a los acordes de un pasodoble de la banda –pésima- de Críspulo. Un estudiante va y viene también con unas señoritas entre la muchedumbre. Risas y galanteos. Un inicio de amor. Esperanzas. El mundo al alcance de la mano”
El Mercado Grande fue uno de los lugares más entrañables para el filósofo abulense José Luis López Aranguren (1909-1996), quien nació dentro del recinto amurallado de la ciudad histórica, si bien a los pocos meses, dice en su libro sobre Ávila, “nos trasladamos a la casa recién terminada, única de Ávila donde he vivido, en el Mercado Grande, esquina a la calle Estrada. En su azotea.... mi hermano y yo pasábamos mucho tiempo jugando y mirando desde arriba la plaza… Casi al lado o enfrente de la casa, a la otra acera entrada y a la calle, estaba el cine, de cuyo local mi padre era copropietario, por lo que teníamos en él abierta la entrada… Cada día de fiesta bajábamos con el abuelo a la plaza, donde estaba instalado el quiosco de la banda de música”.
De su niñez en Ávila, continúa Aranguren, guarda hermosos recuerdos de juegos y paseos en el Mercado Grande, la asistencia a misa en la parroquia de San Pedro, y los gigantes y cabezudos de las procesiones. Finalmente, apunta “he eligió Ávila para recordar, visitar, soñar y, un día, ser llevado a reposar”.
En su libro de Ávila, dedicado a la ciudad y sus santos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, que es guía espiritual y libro de viaje, el Mercado Grande se asoma en el destronamiento de Enrique IV, en el proceso inquisitorial contra los judíos, y en las citas hechas sobre las visiones literarias de Larreta, Montherlant, Delibes y Sánchez Pinto.
Del 5 al 15 de noviembre de 1997, Ávila rindió un entrañable homenaje a la figura de Aranguren, quien había sido catedrático de Ética y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, un intelectual de reconocido prestigio, y promotor y participante en las Conversaciones de Gredos. Con tal motivo, el Ayuntamiento organizador del homenaje le dedicó también una calle en el barrio de las Hervencias.
El escritor Dionisio Ridruejo (1912-19975), apasionado viajero, poeta y autor de una “Guía de Castilla la Vieja”, se adentró en Ávila para recopilar su historia y su cultura, con el propósito de contárnosla después en el libro que escribió en 1968.
Dionisio Ridruejo participó en las Conversaciones de Intelectuales de Gredos que dirigió el sacerdote Alfonso Querejazu durante 1951-1969, de ahí su cercanía con las tierras abulenses. A partir de aquí, Ávila se convirtió en una importante referencia en la historia cultural y espiritual de España de quienes hicieron la transición del régimen franquista durante 1970-1980, dice Olegario González de Cardedal.
El Mercado Grande o plaza de Santa Teresa aparece, escribió Ridruejo, ante la puerta del Alcázar como el centro de Ávila y el lugar más animado, con su panda y media de soportales a la izquierda, y la hermosa iglesia de San Pedro al fondo y también el convento de la Antigua, y al sur el antiguo Hospital de la Magdalena, en cuyo contorno monumental queda definida la plaza. Y es en el Mercado Grande donde el autor sitúa el destronamiento “en efigie” de Enrique IV. También reseña el “Auto de Fe” celebrado en la plaza en el atrio de San Pedro, el suceso que acabó con el ajusticiamiento de Bracamonte, y la visita de Felipe II siendo niño. Finalmente, el autor cita entre sus fuentes los textos de Ariz, Ponz, Quadrado, Santayana, Larreta, Sánchez Albornoz y Cela, sin olvidar a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Plaza del Mercado Grande. Tarjeta postal, 1970)