Es muy extensa, aunque de figura irregular, y su pavimento lo forma un empedrado bastante mediano e incómodo por sus prominencias o desigualdades. En la fachada que mira al Sur, tiene unos soportales antiguos y en mal estado, pero que, sin embargo, es el punto que sirve de paseo en las tardes lluviosas del invierno: en la que da frente al Oeste tiene también otros soportalitos muy malos, empedrados todavía como la plaza: en esta misma línea, aunque más metida en la plaza, está situada la Parroquia de San Pedro, que adorna con su fachada principal de buenas formas. La que mira al Norte está compuesta de cuatro casas de mediana construcción y unos corrales, y fuera de la línea de estas, retirada como unos seis metros, está la Ermita de la Magdalena y otra casita. La que cae al Este la forman las antiguas casas del pósito, carnicerías y cárcel o prisión de los caballeros hijosdalgo de esta Ciudad, cuya fachada está intacta, por decirlo así, y parte del edificio lo ocupan hoy las escuelas prácticas de instrucción primaria, a continuación, y algo retirada, la muralla y puerta del mismo nombre que el de la plaza.
Las casas en lo general son muy antiguas y de mal aspecto, excepto una, cuya fachada da frente al Sur, de propiedad de Don Rafael Jara, que es moderna y muy buena. En esta plaza hay una fuente de tres caños quedan abundante agua, de donde se surte mucha parte de la ciudad, y un buen pilón circular para abrevadero. Desembocan en ella las calles de San Segundo, Feria, Bajada al pilón de las bestias, Circuito de San Pedro, San Millán, Estrada y Cuesta de Gracia.
La nueva construcción que le llama la atención a Valeriano Garcés había sido construida 1850 por su vecino Rafael Jara en la esquina con la calle Estrada, según planos del arquitecto municipal Andrés Hernández Callejo, cuyo criterio era que la fachada “deberá construirse sin entramado alguno de madera y sólo de fábrica de ladrillo, con zócalo de tres pies de altura de piedra berroqueña, fraguado todo con buen mortero de cal”. Después, en 1855, el Ayuntamiento acordó la realización de obras de enlosado de los soportales con piedra labrada junto a la casa de Rafael Jara y la viuda de Manuel Ortiz. Unos años más tarde, la nueva casa tendrá que ser sustituida cuando el Ayuntamiento decide en 1866 que la plaza se haga con arquerías según planos de Angel Cossín, en contra de los que defendían soportales adintelados.
Para el arreglo y cuidado de los paseos el Ayuntamiento contaba en 1863 con dos guardas, y para la limpieza y arreglo de las calles y plazas el municipio disponía de dos empedradores y dos peones, dos barrenderos y dos carreteros, que con igual número de carros extraían a las afueras de la ciudad, a sitios destinados al efecto, las basuras y demás objetos inútiles, que resultan de la limpieza de las calles y plazas.
En esta época, la plaza del Mercado Grande, que nunca dejará de identificarse con tal nombre, se denomina del Alcázar, y es que la muralla en este tramo junto con sus torreones de la Esquina y el Homenaje formaban parte del edificio militar, el cual, según Valeriano Garcés, era “un edificio bastante capaz y fuerte, con buenas cuadras altas y bajas, patios, fuente, cocinas, caballerizas, etc. construido desde su principio para este objeto. Pueden aposentarse en él de 800 a 900 hombres y 100 caballos, y a muy poca costa es susceptible de poder colocar en él piezas de Artillería”, si bien está necesitado de algunas obras para que pueda ocuparse.
Jesús Mª Sanchidrán Gallego
(Foto: Pza del Mercado Grande. Tarjeta postal Hauser y Menet, 1903)