El Ministro de Hacienda que fue Pascual Madoz, mientras estaba atareado con una segunda ley desamortizadora que pretendía elevar la riqueza nacional, escribió en 1845 para su diccionario geográfico que la plaza del Mercado Grande, con una forma elíptica irregular y desigual “se halla extramuros, en contacto con los edificios arrimados a la muralla. Es un cuadrilongo de diez mil varas cuadradas, y contiene la parroquia de San Pedro, la casa que fue alhóndiga y la ermita de la Magdalena. Tiene soportales en el lienzo que mira al sur y en parte del Oeste, pero ambos muy mal alineados y de desigual altura; sin embargo, como gran parte de los del primeros, están bien embaldosados y sirven de paseo en tiempo lluvioso”.
El caserío de la ciudad, mediado el siglo XIX, presenta en general un estado de abandono, con plazuelas y calles mal empedradas, irregulares, estrechas y sucias, escribió Madoz, y el propio Ayuntamiento reconocía entonces que “se trata de una ciudad antiquísima que, con su importancia, perdió la mayor parte de su población y riqueza, por esto se ven reducidos a ruinas o solares muchos edificios y aún calles enteras, y por falta de riqueza no se reparan las muchas fachadas que conservan la primitiva forma que les dieron hace cuatrocientos años”.
Jesús Mª Sanchidrán Gallego
(Foto: Plaza del Mercado Grande. Tarjeta postal, 1961)