Llegado el siglo XVIII, la miseria parecía haberse instalado en Ávila, y muchas casas están abandonadas, cuando no en ruinas. Las entradas y salidas a la ciudad, entre las que se cuenta la plaza del Mercado Grande, tenían un aspecto sucio y descuidado, y las obras de los paseos públicos iniciadas hacía tiempo todavía estaban sin terminar. No obstante, a pesar de la falta de recursos, el Ayuntamiento procuraba reparar el empedrado y arreglar las continuas averías en el abastecimiento de agua, todo lo cual no impedía la celebración de frecuentes corridas de toros y algunas “farsas de comedias” con ocasión de la presencia de soldados en la ciudad. Efectivamente, en el presupuesto de 1751 se incluye la compostura de calles y fuentes, y la conducción de aguas, al igual que los festejos taurinos y las celebraciones y ceremonias a favor de la corona.
La preocupación por mejorar y evitar la ruina las edificaciones municipales de la plaza siempre ha sido una constante en la historia del Mercado Grande, y buen ejemplo de ello es la comunicación que en 1820 hace el Ayuntamiento a la Diputación Provincial y al jefe político, el escritor y periodista liberal José Somoza, diciendo:
“Urgente necesidad de reparar parte de la obra nueva de la plaza, por hallarse amenazando ruina; y con este objeto el de hacer habitables varias casas que se hallan sin concluir, y son pertenecientes a los propios, y el de establecer al mismo tiempo un peso público, a donde se reúnan los víveres para surtir al público de primera mano”.
Al norte de la plaza del Mercado Grande se disponía un paseo que fue empedrado y allanado en 1834 con la colaboración vecinal, proponiéndose años después, en 1853 y desde el periódico El Porvenir Avilés, la plantación de cuatro filas de acacias desde el edificio de La Alhóndiga hasta la iglesia de San Pedro, para ser utilizada como paseo y mercado semanal, si bien la plantación no se realizó hasta después de la remodelación que proyectó Angel Cossín en 1865.
Jesús Mª Sanchidrán Gallego
(Foto: Plaza del Mercado Grande. Torres de la Esquina y del Homenaje de la muralla. Ángel Redondo de Zúñiga, 1896).