En ocasiones no debieron lucir mucho las actuaciones musicales del Mercado Grande, tanto que en una ocasión estaba escuchando la charanga el Presidente de Gobierno Sagasta desde el balcón de su casa, cuando le preguntaron si ¿podría haber una banda peor que ésta?, a lo que contestó: - Esta misma al año que viene.
En 1885 se había autorizado la construcción de un modesto templete en el jardín de San Antonio, y en 1910 empezó a funcionar uno de madera situado delante de “la Palomilla” del Grande. Entonces ya se había decidido levantar un quiosco de música definitivo, si bien el primer proyecto no se conoció hasta que en 1917 fue presentado por la Sociedad Española de Construcciones Metálicas, siendo rechazado por su excesivo coste. En 1920 se redacta un nuevo proyecto, esta vez por el Arquitecto Municipal Emilio González, el cual es finalmente ejecutado sobre un zócalo de sillería granítica de forma octogonal, disponiéndose sobre pedestales de piedra una estructura metálica apoyada en columnas y cerrada con una cubierta de cinc. El templete fue construido en 1921 y permaneció en la plaza hasta 1934, año en el que fue trasladado hasta su actual emplazamiento en el jardín del Recreo.
Con el flamante quiosco musical parecía que Ávila daba un paso más en su modernización, al aumentarse con ello la oferta de entretenidos programas de conciertos a los que acudían los abulenses y a la numerosa colonia veraniega que se daba cita en las noches de verano, tal y como cuenta Mayoral: “En la plaza del Mercado Grande, las noches de estío, bajo el purísimo azul del cielo abulense, se congrega la colonia veraniega, con el pueblo, en un viviente cuadro de intensa cordialidad. Hace música en el templete la brillante banda de la Academia de Intendencia militar. La ‘música alegre y el sordo vocerío’, que dijo Espronceda, le dan a la plaza extraordinario realce”.
La música del templete impregnó profundamente en los recuerdos del Mercado Grande que enseguida nos asaltan a la memoria: “Todos los domingos, a las doce de la mañana, la banda municipal tocaba el ‘Himno de Cádiz’, mientras los abulenses aplaudían, vociferaban, y creían que en el poder de España no se ponía el sol”, escribió Emilio Yuste.
“Me he visto flirteando en el Mercado Grande con algunas muchachas en noches veraniegas, sin escuchar los pasodobles de la banda pésima de Críspulo”, recordaba Claudio Sánchez Albornoz desde su exilio argentino.
“Los chicos se iban al Mercado Grande, donde paseaba y se sentaba la élite de Ávila en las noches de verano, a veces con la música primitiva de la banda municipal”, rememoraba el filósofo y abulense de criazón Jorge Santayana.
José Luis López Aranguren, que nació en Ávila y vivió en el Mercado Grande, escribió en su libro sobre la ciudad donde dice: “Mi abuelo era muy aficionado a la música, en San Sebastián estaba estrechamente ligado al Orfeón Donostiarra y en Ávila contribuyó decisivamente a crear una Sociedad Filarmónica que organizó conciertos muy importantes y así recuerdo, en nuestra casa y antes de que él fuera al teatro Principal donde había de actuar, al gran pianista Rubinstein. T cada día de fiesta bajábamos con el abuelo a la plaza, donde estaba instalado el quiosco de la banda de música”
Las actuaciones de la Banda Municipal tenían especial protagonismo durante las celebraciones festivas, y así se anunciaban, por ejemplo, en las ferias de septiembre de 1931: “Día 5: De nueve a once de la noche Concierto por la Banda Municipal en el Mercado Grande e inauguración de una tómbola benéfica, pro obreros, para la que donarán preciosas muñecas confeccionadas por distinguidas señoritas. Día 9: Fuegos artificiales de gran vistosidad, colocándolos a ser posible en el torreón del Alcázar, y en los intermedios Concierto”.
La ciudad tuvo por entonces varias bandas de música. Las más profesionales eran la de la Academia de Intendencia que dirigía el maestro Román San José, y la banda Municipal que dirigió el Maestro Piquero, contándose también actuaciones de las bandas de la Inclusa y del Regimiento del Rey, entre otras. Los conciertos del templete comenzaban en primavera y finalizaban con la llegada de los fríos otoñales, manteniéndose entretenido el vecindario durante todo este tiempo en uno de los ocios más agradecidos.
Aunque trasladado el templete al jardín del Recreo durante la República, no por ello dejó de sonar la banda municipal en la plaza del Mercado Grande, incluso la banda de la Legión Cóndor amenizaba durante la guerra civil las mañanas de domingo con marchas militares alemanas y fríos pasodobles. Luego las bandas acudieron en procesión acompañando a los santos patrones o a los pasos de Semana Santa, y eran frecuentes los conciertos que tenían lugar en el Mercado Grande coincidiendo con las fiestas de Santa Teresa, no faltando tampoco el sonido de las trompetas y tambores en los desfiles militares, ni la música popular que desgranaban la dulzaina y el tamboril de Cándido y Eutiquio.
Además de la música del templete, en el mercado Grande era frecuente oír las notas que salían de café de “Pepillo”, cuyas habituales y características sesiones musicales duraron décadas. De ello se encargaron Ángel Peñalba (piano) y Arturo Escobar (violín), quienes habían sido primeros premios del conservatorio de Madrid y regentaban una academia de música en la calle Tomás Pérez (actualmente Alemania). Sus actuaciones en el Café de La Amistad se anunciaban periódicamente en el diario local, y buena muestra de ello fue el programa publicado en El Eco de la Verdad a lo largo del año 1898 en diversas ocasiones.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Plaza del Mercado Grande. Templete de música. Tarjeta postal Mayoral Encinar, 1927)