Las frecuentes ceremonias organizadas entorno a las exequias, coronaciones y entradas reales los siglos XIV y XV se enmarcan en un creciente proceso de acercamiento a la corona frente a la alta nobleza del reino. Con ello se pretende conseguir una identidad propia de la ciudad entorno al Rey, del territorio y sus habitantes. Efectivamente, la necesidad de demostrar la autonomía política y la fidelidad a la Corona, y reforzar la autoestima de los ciudadanos se manifestaba en ceremonias de luto por el monarca muerto, en fiestas por el nuevo rey, y en recepciones y recibimientos reales.
Con el nombre de “La Farsa de Ávila” se denomina la ceremonia de destronamiento y destitución del rey de Castilla Enrique IV en favor de la proclamación de su hermano que reinó efímeramente con el nombre de Alfonso XII. El suceso tuvo lugar en Ávila el 5 de junio de 1465, y así ha sido recogido por cronistas e historiadores, haciéndolo en su contexto histórico y con especial rigor Mª Dolores Carmen Morales.
El edificio construido en el Mercado Grande junto a la puerta del Alcázar para servir como alhóndiga o pósito de granos, fue durante más de trescientos años una de las imágenes arquitectónicas más peculiares que definieron y dieron lustre a la plaza, ocupando un lugar preeminente en su configuración como espacio público y en muchos de los acontecimientos que sucedieron después.
En el Mercado Grande, especialmente en día de mercado al ser éste el día de mayor concurrencia, los pregoneros públicos promulgaban a toque de clarines y tambores las ordenanzas, cédulas y pragmáticas, lo mismo que anunciaban las posturas del pecado, de la carne, y de los precios de las subsistencias.
El Mercado Grande alcanzaba especial relevancia durante las ferias que se celebraban en la ciudad, manteniendo con ello su tradición medieval. Así, Valeriano Garcés señala en 1863 que la ciudad celebra dos ferias, una del 22 al 29 de junio, y otra del 8 al 11 de septiembre, llamadas, la primera, de San Pedro, y la segunda de San Gil.