La atracción que Ávila ejerce sobre los viajeros extranjeros se remonta al final de la Guerra de la Independencia, cuando los jóvenes ingleses descubrieron que la España del siglo XIX encuadraba en la imagen romántica de la época más que ningún otro país de Europa, pues encontraban iglesias y palacios desmoronados esparcidos alrededor de las ciudades; y había altaneros mendigos y caballeros bandidos, escribió Geral Brenan.
Los viajeros extranjeros apreciaban en Ávila la panorámica medieval que dibuja su fabulosa muralla, donde se guardaban atractivas formas de vida tradicionales y antiguas costumbres, y así fue retratada por los Srs. Garret, un matrimonio inglés que recorrió la ciudad hacia 1906. El mismo sentimiento romántico atrajo también a Kurt Hielscher (1881-1948), quien en 1915 visita la ciudad. Al año siguiente publica sendas fotografías monumentales de la puerta de San Vicente y el Ábside de la catedral en la revista La Esfera bajo el título “Ávila, monumental y artística”, con lo que pretende destacar los elementos fundamentales del paisaje arquitectónico de la ciudad medieval: “La ciudad castellana que encierra tantas maravillas de la piedad, la Historia y el Arte. A los robustos sillares de sus murallas vive unido el recuerdo de rancias historias y tradiciones, fuentes de inspiración para los que buscan los inefables placeres de la belleza”.
Fruto del viaje de Hielscher por Ávila y España fue una selección de fotografías que publicó en un libro con el título La España Incógnita (1921), donde se incluye una perspectiva parcial de la ciudad protagonizada por las murallas que fue tomada desde el mismo lugar que lo hizo en 1570 Wingaerde, cerca del cerro de San Mateo, y otra del antiguo cementerio de Santa María de la Cabeza. este libro alcanzó un enorme éxito comercial en sus diversas ediciones en francés, alemán, inglés y español, a las que siguieron interesantes exposiciones, con lo que una vez más Ávila y la muralla se convierten en patrimonio universal.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
Lechero junto al torreón del homenaje. Jean Dieuzaide (Ya de Toulouse), 1956. Colec. Adolfo Oviedo.