escribió en 1864 el poeta Gustavo Adolfo Bécquer en la crónica de la inauguración en San Sebastián de la línea ferroviaria del Norte por la reina Isabel II. Con tal motivo llegó a la ciudad el fotógrafo francés de los tres emperadores (Austria, Francia y Rusia) Auguste Muriel, quien tenía el encargo de realizar un álbum de las localidades por donde pasaba el tren. Las fotografías de Ávila seleccionadas fueron las tres vistas siguientes: Una vista general del norte de la ciudad con la muralla y San Vicente al fondo, la Puerta de San Vicente, y la Basílica de San Vicente. La imagen de la ciudad fue tomada desde la lejanía, buscando una perspectiva por el lado norte siguiendo el trazado del ferrocarril, donde Ávila se resume en un vistazo fugaz. Con ello, el ferrocarril había cambiado la forma de mirar y percibir el paisaje, y de ver los pueblos y ciudades, los cuales podían contemplarse en grandes panorámicas enmarcadas por la ventana del tren, y aunque sabemos que el origen de estas vistas se encuentra en la cartografía urbana renacentista, lo cierto es que el tren contribuyó a la promoción y admiración de la ciudad percibida desde la lejanía.
Admitido entonces el éxito comercial de las fotografías panorámicas, éstas pasaron a enriquecer los catálogos fotográficos y la posterior edición de coleccionables y postales ilustradas. En Ávila, será entonces la vista que se ofrece de la ciudad amurallada y su entorno la que se repita en lo sucesivo como símbolo de su identidad histórico-artística.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Vista general desde la vía férrea. Auguste Muriel, 1864)