La torre de la catedral sobresalía al fondo como una capitán de un ejército de tierra. En su derredor las moles, en blanco y negro, de la torre de Velasco, del torreón de los Guzmanes, de Mosén Rubí…, Ávila emergía de la nieve mística y escandalosamente blanca, como una monja o una niña vestida de primera comunión. Tenía un sello antiguo, hermético, de maciza solidez patriarcal. La villa centrada en plena y opulencia civilización, era como una armadura detonando en una reunión de fraques. Imaginé que no otra, en todo el mundo, podía ser la cuna de Santa Teresa. Porque su espíritu impregnaba, una por una, cada una de sus piedras y sus torres”.
Entre los libros de Ávila, donde la fotografía de autor constituye el motivo principal de la publicación, mientras que el texto es un documento complementario, destacan sobremanera los ya citados anteriormente de Ignacio Herrero de Collantes, Marqués de Aledo, y de Emmanuel Sougez. Ambos fotógrafos muestran la ciudad y la muralla en toda su amplitud en perspectivas desde los Cuatro Postes y vistas del puente sobre el Adaja o del entorno de la ermita de San Segundo, con lo que se completa la percepción de Ávila que reflejan los ojos de la fotografía. A estos autores hay que sumar también la contribución de Juan Sandelmann (1946), el ecuatoriano Alfonso Ortiz (1948), y de los ilustradores de la revista Mundo Hispánico (1948).
Juan Sandelmann fotografió la España de posguerra en bellas imágenes de Ávila que se publicaron en Imágenes de España (1946), un libro colectivo editado en Buenos Aires por la Delegación de la Unión Internacional de Socorro a la Infancia en América Latina con textos de Rafael Alberti, Alejandro Casona, Rafael Dieste y Lorenzo Varela. Ávila aparece aquí reflejada en llamativas fotografías de llenas de vitalidad done la muralla es la cerca que decora el bullicio de las gentes luchadoras ante la adversidad de la vida diaria.
Ignacio Herrero de Collantes, Marqués de Aledo, escribió e ilustró en 1947 un hermoso libro titulado Ávila. Notas de Arte donde se incluyen 52 láminas a toda página de otras tantas vistas de la ciudad y su monumentos, con prólogo de Gregorio Marañón, quien dice: “Esto es Ávila: Caballería y Misticismo”. El libro forma parte de una colección del Marqués de Aledo iniciada en 1929 con Santillana del Mar y que continuó después con los títulos dedicados a Sevilla (1932) y Salamanca (1944). Ciertamente, las fotografías de Ignacio Herrero, rubricadas con el nombre de Aledo, ofrecen una merecida visión de Ávila, “elegidas con finísima intuición y aderezadas con y un breve y exacto comentario descriptivo e histórico”, apunta Gregorio Marañón.
Alfonso Ortiz Bilbao (1903-1988), un destacado intelectual y político ecuatoriano que recorrió España en 1948 retratando sus rincones). Antes de emprender este viaje recordaba el autor: “¡España! ¡Santa España! ¿Tendría yo alguna vez la fortuna de conocerla? ¿Visitaría el solar de los Cepeda y Ahumada, cuya sangre anima el corazón de mi mujer y el de mis hijos a través de generaciones, desde, desde que la tataranieta de Don Lorenzo, Doña María Abad de Cepeda casó con Don Tomás Estévez de Toral?”.
Finalmente, Alfonso Ortiz visitó el solar de los Cepeda en Ávila y retrató con buen gusto el lienzo sur de la muralla, la puerta del Alcázar, el palacio de Núñez Vela y la puerta interior del recinto amurallado del mismo nombre, la catedral, el palacio de los Aboín y la plaza del Mercado Chico, imágenes que se incluyen en la obra de este ilustre aficionado publicada por la Universidad de León con el título Una mirada absorta ante España (2003).
Seguimos en 1948 y en el área de las publicaciones de influencia latinoamericana, y aquí nos encontramos con la revista Mundo Hispánico distribuida en Madrid, Méjico y Buenos Aires y Méjico el interesante artículo titulado “Enrique Larreta y su novia para siempre” publicado bajo la rúbrica J.A.C. e ilustrado con 19 fotos en color de José Mª Lara sobre Ávila, en una de las cuales la muralla aparece rodeada de ovejas.
La visión literaria de Delibes se materializará pocos años después en las fotografías de Emmanuel Sougez (1889-1972), quien ilustró magistralmente el libro de Ernesto La Orden con el título, Ávila, el Castillo de Dios (1954), donde la fotografía se apodera de la ciudad, y la imagen engrandecida con extraordinaria calidad convierte el recinto amurallado en un lugar sagrado que bien puede ser un castillo celeste capaz de albergar al mismo Dios. Emmanuel Sougez nos descubre a través de sus fotografías impresas en huecograbado una ciudad pétrea y luminosa que quiere ser permanentemente descubierta. La fotografía creativa, la ilustración de libros de arte, y la elaboración de textos teóricos e históricos sobre técnica fotográfica son algunas de las manifestaciones que destacan en el interesante trabajo de este fotógrafo.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Vista noreste de Ávila. Emmanuel Sougez, 1954)