En un primer acercamiento, observamos que todo el entorno inmediato del recinto amurallado se halla liberado de vegetación y salpicado de iglesias extramuros, mientras que en el horizonte los encinares anillan un territorio circundado por el río Adaja, y los arroyos llamados río Chico y arroyo Vacas. En medio, un apretado caserío salpicado de torres y entrecruzado de calles y huertas cercadas, donde apenas se atisba el verdor de algunos árboles que se empinan hacia el cielo. El paisaje natural fue roturado para construir la ciudad medieval, configurando con ello una imagen que ha perdurado hasta bien entrado el siglo XX.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Patio ajardinado del convento de la Encarnación. Pelayo Mas Castañeda, 1928)