Adentrados en el recinto amurallado, el plano de la ciudad que hizo Francisco Coello durante los años 1858-1864 identifica las plazas de Pedro Dávila y de Sofraga como únicos espacios arbolados públicos que contrastan con la apariencia gris que describió Madoz, cuando el caserío presentaba en general un estado de abandono, con plazuelas y calles mal empedradas, irregulares, estrechas y sucias, época en la que Ávila “había perdido la mayor parte de su población y riqueza, por esto se ven reducidos a ruinas o solares muchos edificios y aún calles enteras, y por falta de riqueza no se reparan las muchas fachadas que conservan la primitiva forma que les dieron hace cuatrocientos años”.
En 1865 la plazuela de La Fruta presenta una densa arboleda, tal y como cuenta José Mª Quadrado. Sesenta años después, el Marqués de San Andrés se queja de que, en la plaza de Pedro Dávila, como también se la conocía, había “un verdadero bosque de seculares y copudos álamos negros” que lamentablemente fueron talados en 1920 sin consultar ni atenerse a los dictámenes de las Comisiones de Monumentos. En su lugar se replantaron de nuevo acacias de bola, luego taladas pasada la mitad del siglo XX.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Calle Lope Núñez a cuya izquierda verdean los árboles de la antigua plaza de Sofraga)