La muralla, en su lienzo sur, discurre desde la puerta el Alcázar por el paseo del Rastro hasta el quiebro que se asoma al río Adaja. En trazo perpendicular, la calle de San Segundo mantiene un marcado carácter comercial con edificios adosados a la muralla que se consolidaron a pesar de los pleitos mantenidos con el concejo desde tiempos medievales por dejar libre la calle de Albardería.
Las monjas concepcionistas de la Magdalena, lo mismo que sus vecinas del convento de Gracia, viven enclaustradas y mantienen una huerta centenaria, mientras que en estas fechas se acaba de remodelar parte de la manzana que linda por el norte y da fachada al Mercado Grande para sede de la Caja abulense en sustitución del antiguo edificio de correos.
En el plano de cubiertas y tejados sobresalen las torres y campanarios de San Pedro, la catedral, San Juan, Mosén Rubí y San Martín.
En el caserío de esta parte de la ciudad predominan las viviendas en edificios de pisos con buenos ejemplos de la arquitectura modernista de finales del siglo XIX, entre los que destacan los proyectados por el arquitecto diocesano Isidro Benito.
En el campo que rodea la ciudad, las encinas centenarias de las dehesas de San Miguel de las Viñas y Pancaliente salpican el paisaje frío y agreste. En medio la vieja carretera de Salamanca que Santa Teresa creía llevaba a tierra de moros.
(Jesús Mª Sanchidrián Gallego).