El arbolado de la plaza servía para dar sombra a los puestos que se instalaban los días de mercado, y cuando en 1898 el Ayuntamiento decidió reformar la glorieta de la plaza y cortar algunos árboles, fue clamorosa la oposición del vecindario y de la prensa local, manteniéndose entonces tan sólo dos hileras de acacias, como reseña Romanillos en 1900. Y es que, desde antiguo, los árboles del Grande, tanto de la plaza como del atrio de San Pedro, han sido testigos mudos de sus distintas transformaciones, permaneciendo y desapareciendo como iconos de su evolución arquitectónica y paisajística, tal y como se observa en el álbum de su historia.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
(Foto: Plaza del Alcázar o del Mercado Grande. Tarjeta postal, hacia 1930)