Crónicas Abulenses IV
Presentación
Las crónicas reunidas en esta sección tratan sobre el paisaje urbano y la naturaleza ordenada en Ávila, así como sobre la representación gráfica y literaria del ajardinamiento de la ciudad. Más concretamente, sobre la implantación y evolución de sus espacios verdes urbanizados concebidos para el uso y disfrute de la población que vive en la ciudad, incluyendo aquí parques y jardines, paseos, calles y plazas, patios nobiliarios y monásticos, atrios parroquiales, y cualquier lugar donde crecen los árboles que sombrean y cobijan la ciudad del sol. Todos ellos vistos a través de la fotografía antigua que también utilizamos para su ilustración, de los proyectos de intervenciones municipales y de los testimonios gráficos y literarios recogidos en guías y otras publicaciones de la época.
El espacio de tiempo seleccionado para esta recreación en la que nos ocupamos abarca desde 1850 a 1950, y tiene como simple justificación, además de la cifra cabalística que engloba una centuria, ser el periodo más significativo e ilustrativo de la evolución de los paseos y jardines que tradicionalmente han disfrutado los abulenses, los cuales ya forman parte del imaginario colectivo con el que se construye la historia de la ciudad. Se dejan fuera para otra ocasión los espacios naturales de disfrute común más alejados de la ciudad, como la arboleda del santuario de Sonsoles o el parque de El Soto.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
Enlace a la sección Crónicas abulenses I. Ávila 1958
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Similares vistas a la dibujada por Wingaerde en 1570 fueron fotografiadas trescientos años después desde los Cuatro Postes por Charles Clifford en 1860 y por Jean Laurent hacia 1864. Se completan estas perspectivas panorámicas con otras que hicieron a finales del siglo XIX el arquitecto diocesano Isidro Benito y el retratista y tipógrafo madrileño familiarizado con Ávila Ángel Redondo de Zúñiga, destacando entre un gran número de fotógrafos.
Aunque son pocos los testimonios que nos han llegado sobre la evolución paisajística de la ciudad desde su construcción en la edad media, nos consta que se hicieron casas con vergel y que en los palacios renacentistas se cultivan huertos y cuidan pequeños jardines, lo mismo que ya se venía haciendo en los conventos y monasterios, de todo lo cual dan fiel testimonio las fotografías que hicieron Casiano Alguacil hacia 1876 y Pelayo Mas Castañeda en 1928.
El punto de vista que tomamos ahora en esta aproximación ambiental sobre Ávila proviene, principalmente, de su historia gráfica, y de la visualización que sobre su devenir y evolución nos ha llegado. Por ello, y porque nos resulta fácil comprobarlo, sabemos que la ciudad se levanta como un castillo colgado en la cabecera del Valle Amblés, “como si estuviese colocada a horcajadas de alguna gigantesca cabalgadura”, escribió Miguel Delibes.
Los primeros retratos de la ciudad de Ávila fueron tomados por el inglés Charles Clifford en 1853, repitiéndolos años después en 1860 en una panorámica desde los Cuatro Postes, aquí aparece la ciudad medieval en todo su esplendor, aunque el verdor se oculta ante la dureza de un caserío ennegrecido por la piedra milenaria.